jueves, 19 de noviembre de 2009

El Delincuente En Psicologia "Lic. Lecona Ramírez"

EL DELINCUENTE EN PSICOLOGÍA

(Psicopatología Criminal, Personalidad Criminal o Psicopatía)


Introducción


La psicología es una disciplina socio histórica sobre la que hay paradigmas diferentes integrados en el devenir de su constitución como ciencia sobre las cualidades y orígenes del comportamiento humano.

Al cabo de los años los paradigmas no se han anulado mutuamente, sino coexisten. Sana resulta ser así pues la crítica, el debate e intercambio de ideas, resultados y supuestos ha enriquecido el campo disciplinar.

Como todo campo del saber humano, la ciencia de la psicología está integrada por actividades teóricas, prescriptivas y prácticas unidas inteligiblemente. En el camino de la unidad del saber humano, apunta en su desarrollo hacia niveles de metaciencia, a favor del humanismo histórico.

Desde el punto de vista sociológico, la corriente de pensamiento y acción relacionada o paradigmática, manifiesta la manera de pensar de una comunidad determinada. La comunidad, como su nombre lo establece, lo hace con arreglo a la identidad de vida, propósitos de existencia y trabajo.

La postura paradigmática se expresa en una estructura propia, compuesta de enunciados conceptuales, metodológicos e instrumentales prácticos. Como en todo hiato científico, la coherencia discursiva y de hechos concretos entre los diferentes núcleos del campo disciplinar es clave para mantener el estatus categórico.

No se puede omitir que los encuentros paradigmáticos confrontan visiones distintas del mundo, de su interpretación y de los modos idóneos de transformarlo. Tal es el caso de las posturas que hoy nos permiten desarrollar personalidad criminal, psicopatología criminal o psicopatía.

EL DELINCUENTE EN PSICOLOGÍA

(Psicopatología Criminal, Personalidad Criminal o Psicopatía)
“El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu.
Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado.
Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo”.

Friedrich Nietzsche
Dentro de esta fascinación por entender desde una óptica multidisciplinaría como el ser humano es capaz de cometer actos destructivos y como las ciencias forenses estudia este comportamiento, me permito analizar y tratar de explicar sobre términos de psicopatología criminal, psicopatía y personalidad criminal, términos que en algún momento, dentro del saber humano son ligados a la ciencia de la psique y que el mismo sistema jurídico llega a fusionar, para poder definir o mejor dicho a enmarcar aquel individuo apartado de las normas sociales y que expresa su naturaleza a través del arte destructivo.

Ser un delincuente es una estigma social que nunca se puede escapar de este, y es estar condenado para toda la vida y señalado por este estigma, esto da como resultado que se formen grupos delictivos y que comentan actos delictivos, que en la gran mayoría son el reflejo de los patrones de conducta que tienen, y que estos se desarrollan o empiezan desde muy jóvenes o mejor dicho desde que son niños.

“Es evidente que una de las mayores situaciones de stress desde el punto de vista existencia es la perdida de la libertad, el encierro, la incomunicación con el núcleo familiar y con la comunidad, el cambio radical de modo de vida, de relaciones interpersonales, las limitaciones culturales y especialmente la percepción existencial del tiempo” (Marchiori, 2000, p. 1), son los factores que se enfrenta un sujeto cuando pisa una institución de readaptación social (cárcel), el cual será llamado delincuente, experimenta situaciones que son de gran interés para la psicología, la cual busca ver como esta persona se adapta a su nueva vida y como se va a desenvolver en este nuevo entorno y que cambios va a experimentar dentro del mismo.

“La delincuencia es el conjunto de infracciones de fuerte impacto e incidencia social cometidas contra el orden público por una persona o grupo de personas” (Pérez, 2001, p. 68). Esta definición permite conceptualizar a la delincuencia y su concepción en criminología, la primera basa su estudio de una definición dada de legalidad o jurisdiccional considerando la frecuencia y la naturaleza de los delitos cometidos y visto desde el concepto de la criminología la delincuencia considera a la personalidad, las motivaciones y las capacidades que llevaron a una persona a volverse delincuente.

Émile Durkheim hace mención que aunque la delincuencia parece ser un fenómeno inherente a cualquier sociedad humana, el valor que se le atribuye depende de la naturaleza y de la forma de organización de la sociedad en cuestión.

Y es que en un principio, la infracción fue valorada en función de criterios religiosos o mágicos, y la transgresión de lo prohibido producía por lo general, la exclusión de la sociedad por violar una norma, más tarde la dominación ejercida por las grandes religiones monoteístas en sus respectivos ámbitos derivó en materia de derecho en un acto que se consideraba infracción cuando violaba una prohibición expresa en los textos sagrados y de acuerdo a la interpretación personal y convencional que se daba de ésta.

La progresiva separación entre lo religioso y lo temporal hizo que se iniciara la edad media y no consiguió que se reformara la creencia que se tenía de la delincuencia, sin embargo, hacer desaparecer el carácter religioso de la concepción del delito no fue fácil.
Esta visión justificó por ejemplo, al reconocimiento en diferentes épocas de la historia de la responsabilidad penal de los niños e incluso de los animales. En el siglo XVII, en la mayor parte de los países europeos, el derecho penal se basaba en principios de la responsabilidad individual favoreciendo la aplicación de penas intimidantes de gran severidad a aquellas personas que infringían la ley y que eran castigados en forma cruel como lo fue la tortura, así aparecieron instrumentos como la rueda, el látigo o las galeras.

“En el siglo de las luces se produjo una ruptura con lo anterior a través de la búsqueda de una definición legal y universal de lo permitido y lo prohibido, con la idea de fundar una legalidad de delitos y de penas, se empezó a formular por el italiano Cesare Beccaria en su obra Ensayo sobre los delitos y las penas, publicada en 1764 la primera ley imparcial y objetiva” (Tocaven, 1997, p. 56). Esta búsqueda se inscribía en el marco de una nueva definición más general del hombre como ser social, con derechos y obligaciones que evolucionaba en una sociedad donde, sin tener que buscar su legitimidad en la religión, podía cuestionar a la naturaleza de las infracciones y las escalas de sanciones aplicables a todas las personas, cualquiera que fuera la calidad del delincuente este tenía una repercusión.

“En el transcurso del siglo XIX se hizo hincapié en la vertiente social de la acción criminal y se estudió el libre albedrío del delincuente, observando que resultaba posible modificar su conducta a través de su educación y de las condiciones de vida. Estos trabajos abrieron el camino a los estudios sobre la readaptación social y la reincidencia del delincuente” (Tocaven, 1997, p. 61). Por otra parte la abolición de la pena capital en numerosos países dio como resultado, el abandono del valor mágico del castigo que tenía que ser tan severo como sus conductas delictivas y aunque la toma de conciencia del delincuente sigue siendo uno de los objetivos del encarcelamiento, éste tiene como primera finalidad la de ser eficaz en lo social y a buscar cambios en su proceso psicológicos.

Existen diferentes formas de delincuencia y que son variadas, y sobre todo que han ido cambiando en gran medida según los periodos de la historia y los tipos de sociedad. Actualmente se observa un desarrollo general de formas de delincuencia organizada basadas en el modelo de la mafia siciliana o de la napolitana, dedicadas principalmente al tráfico de drogas y al secuestro.
Los países occidentales tienen actualmente formas más comunes de delincuencia tanto en su frecuencia como en el tipo de infracciones. En un sentido genérico la delincuencia abarca varios tipos básicos de comportamiento delictivo con criterios combinables, estos criterios pretender ser exhaustivos, un ejemplo común es la delincuencia cotidiana o delincuencia menor, la delincuencia juvenil, la delincuencia por imprudencia, pero también existen la delincuencia grave como es el caso de los atentados a personas que comprenden básicamente los abusos sexuales. Cada una de estas categorías presenta características propias, aunque a largo plazo se observa un crecimiento de la delincuencia que busca frutos económicos y la delincuencia cotidiana con atentados a bienes y a personas generalmente de gravedad limitada está pasando a ser segundos.

Con este planteamiento como es que la psicología, puede estudiar al delincuente y como ésta puede ayudar a otras ciencias, para poder entender, por qué una persona delinque o comete actos destructivos.

La psicología desde sus inicios ha estudiado la personalidad de las personas, cómo es y cómo se llega a modificar, estas interrogantes han servido de visión para varios autores como Freud, Skinner, Bandura, por mencionar algunos, con los estudios que han hecho con referencia a la personalidad, se ha llegado ha estudiar y buscar porque los delincuentes tienen personalidad basada en la agresividad, esto ha servido de inspiración para crear las teorías de la personalidad criminal como es la de Etienne de Geeff y Pinatel.

La personalidad son las pautas del pensamiento, percepción y comportamiento relativamente fijos y estables, profundamente enraizados en cada sujeto, “la personalidad es el término con el que se suele designar lo que tiene de único y de singular que tiene un individuo y son las características que lo distinguen de los demás” (Merani, 1997, p.127). La personalidad también implica previsibilidad sobre cómo actuará y cómo reaccionará una persona bajo diversas circunstancias o bajo ciertos efectos, además de contar con una estructura bien definida “cada hombre es único y particular, diferente a los demás, cada persona reacciona de una manera propia, basado en su desarrollo, en sus experiencias, en sus relaciones interpersonales, en sus conflictos, en su inteligencia y vivencias” (Marchiori, 2000, p. 2).

Son distintas las teorías psicológicas que recalcan determinados aspectos concretos de la personalidad y diferentes unas de otras sobre todo, en cómo es s estructura, como se organiza, se desarrolla y se manifiesta en el comportamiento humano, una de las teorías más influyentes es el psicoanálisis, creado por Sigmund Freud, quien sostenía que los procesos del inconsciente dirigen gran parte del comportamiento de las personas.

La estructura de la personalidad de acuerdo a Freud esta compuesta por tres sistemas funcionales o instancias, que son el ello, el yo y el superyó, la primera instancia se refiere a las tendencias impulsivas que pueden ser entre ellas, las sexuales y las agresivas, que parten del cuerpo y tienen que ver con el deseo en un sentido primario, contrarias a los frutos de la educación y la cultura.

“Freud llamó a estas tendencias triebe, que literalmente significa ‘pulsión’ pero que a menudo se traduce con impropiedad como ‘instinto’. Estas pulsiones exigen su inmediata satisfacción, y son experimentadas de forma placentera por el individuo, pero desconocen el principio de realidad y se atienen sólo al principio del placer” (Tallaferro, 1997, p. 79).

Las condiciones de satisfacción de esas pulsiones básicas, es tarea de la segunda instancia el yo, que domina funciones como la percepción, el pensamiento y el control motor, para adaptarse a las condiciones exteriores reales del mundo social y objetivo. Para desempeñar esta función adaptativa la cual es de conservación del individuo, “el yo debe ser capaz de posponer la satisfacción de las pulsiones del ello que presionan para su inmediata satisfacción, con lo que se origina la primera tensión.

Para defenderse de las pulsiones inaceptables del ello, el yo desarrolla mecanismos psíquicos específicos llamados mecanismos de defensa” (Tallaferro, 1997, p.101).

Los principales mecanismos de defensa y más utilizados por las personas son:

“la represión que es la exclusión de las pulsiones de la consciencia, para arrojarlas a lo inconsciente, la proyección proceso de adscribir a otros los deseos que no se quieren reconocer en uno mismo y la formación reactiva la cual es el establecimiento de un patrón o pauta de conducta contraria a una fuerte necesidad inconsciente” (Tallaferro, 1997, p. 102). Estos mecanismos se disparan en cuanto la ansiedad, señala un peligro del que las pulsiones inaceptables originales puedan reaparecer en la conciencia, “una pulsión del ello llega a hacerse inadmisible, no sólo como resultado de una necesidad temporal de posponer su satisfacción hasta que las condiciones de la realidad sean más favorables sino, sobre todo debido a la prohibición que los otros, originalmente los padres imponen al individuo” (Tallaferro, 1997, p.111).

El conjunto de estas demandas y prohibiciones constituye el contenido principal de la tercera instancia, el superyó cuya función es controlar al yo según las pautas morales impuestas por los padres. Si las demandas del superyó no son atendidas, la persona se sentirá culpable, culpabilidad que también se manifiesta como ansiedad o vergüenza, “el superyó que según la teoría freudiana se origina en el esfuerzo de superar el complejo de Edipo, es parcialmente inconsciente, debido a que tiene una fuerza semejante (aunque de signo opuesto) a la de las pulsiones, y puede dar lugar a sentimientos de culpa que no dependan de ninguna trasgresión consciente” (Tallaferro, 1997, p. 66), el yo es la instancia mediadora entre las demandas del ello, y las exigencias del superyó con el mundo exterior, puede no tener el poder suficiente para reconciliar estas fuerzas en conflicto, es más el yo, puede ser atrapado en sus primeros conflictos, denominados fijaciones o complejos, pudiendo volverse hacia modos de funcionamiento primarios en el desarrollo psíquico y hacia modos de satisfacción infantiles, este proceso se conoce como regresión; “La regresión es un mecanismo de defensa que implica el retroceso hacia los modos de funcionamiento primarios en el desarrollo psíquico del individuo. Comúnmente significa el retorno a modos de conducta y satisfacciones infantiles.” (Tallaferro, 1997, p. 103).
Cuando el yo sólo puede mantener su control limitado y su integridad desarrolla síntomas neuróticos, a través de los cuales se expresa la tensión del aparato psíquico.

Otra corriente importante es la conductista, representada por psicólogos como el estadounidense B. F. Skinner, quien hace hincapié en el aprendizaje por condicionamiento, es el que modifica y estructura la personalidad humana, principalmente determinado por sus consecuencias.

El enfoque de este psicólogo, filósofo y novelista conocido como conductismo radical, es semejante al punto de vista de Watson, “según el cual se centra en que la psicología debe ser el estudio del comportamiento observable de los individuos en interacción con el medio que les rodea” (Rice, 1997, p. 79). Sin embargo Skinner difería de Watson en que los fenómenos internos tales como los sentimientos, debían excluirse del estudio. “Él sostenía que estos procesos internos debían estudiarse por los métodos científicos habituales haciendo hincapié en los experimentos controlados tanto con animales, como con seres humanos” (Rice, 1997, p. 79), sus investigaciones con animales centradas en el tipo de aprendizaje conocido como condicionamiento operante, “ocurre como consecuencia de un estímulo provocado por la conducta del individuo, es prueba que los comportamientos más complejos como el lenguaje o la resolución de problemas, podían estudiarse científicamente a partir de su relación con las consecuencias que tiene para el sujeto, ya sean positivas a lo que llamó refuerzo positivo, o por negativas, que según él es un refuerzo negativo” (Rice, 1997, p. 80).

Estas son las dos más grandes teorías en términos generales en psicología sobre el estudio de la personalidad, pero ahora es necesario estudiar la personalidad desde una postura de la psicología criminal.

La psicología se ha preocupado por estudiar el desarrollo y las consecuencias de las diferencias individuales estables y las diferencias en el grado de motivación hacia una actividad determinada, lo que ha dado como resultado el saber cómo se comporta una persona en diferentes situaciones sociales y como afecta esto a su personalidad.

Ya que el ser humano está en constante interacción con su entorno, este le afecta y modifica su personalidad, un ejemplo más específico de esta idea es el síndrome de personalidad conocido como maquiavelismo, del filósofo político italiano Nicolás Maquiavelo, se puede explicar y predecir como el grado de manipulación hacia los demás, en las interacciones sociales y la capacidad del individuo para dominar ciertas situaciones interpersonales.

Según Lombroso, citado por (Tocaven, 1997, p. 21). “Las características mentales de los individuos dependen de causas fisiológicas. A lo que postuló la existencia de un tipo criminal que sería el resultado de factores hereditarios y degenerativos más que de las condiciones sociales. En un principio sus ideas fueron rechazadas en casi toda Europa, pero más tarde se aplicaron en la reforma del tratamiento de la locura criminal”. En la actualidad, su teoría de la criminalidad hereditaria está superada por el determinismo psicológico que le ha otorgando la criminología a la mayor importancia de los factores sociales en que se forma la personalidad del delincuente, esto es que “cada individuo tiene una estructura básica de la personalidad que no cambiará y los estudios de diagnostico se referirán a esa estructura básica, también es cierto que los modos y mecanismos que ese individuo utiliza para su relación interpersonal, cambian y a veces radicalmente, debido a que se hace consciente su problemática existencial de agresión hacia los demás y hacia sí mismo” (Marchiori, 2000, p.11).

Con esto se han hecho múltiples teorías y las tipificaciones que se han realizado para hacer un esquema sobre la personalidad criminal y de cómo estudiarla, se centra en los estudios de la psicología diferencial, la cual se desarrolla en la época de la Segunda Guerra Mundial, estos estudios comienzan a surgir desde una postura de la psicología diferencial y que no es la criminal, y en esta época se llega a la conclusión de que el método de estudio de la personalidad criminal parte de esta psicología, “pronto se trasladó la orientación del campo de la Psicología Diferencial no criminal a la criminal; por ello se hicieron varios intentos de fijar los factores de la personalidad, factores que posibilitaran una compresión científica y diferencial de cada delincuente y que, por lo mismo, sirviesen de base al tratamiento del delincuente” (Tocaven, 1997, p. 136), así como de diagnostico de la personalidad criminal que llegan a poseer.

Después de la Segunda Guerra Mundial se ha hecho un intento semejante en el campo de la personalidad, esto es, que se pretendía llegar a aislar factores o rasgos de carácter, que fueron los elementos más importantes para diagnosticar una personalidad criminal y que éstos se encuentran en el comportamiento delictivo de todo sujeto sometido a estudio de su personalidad “criminal”.

Varios han sido los estudios realizados al respecto de la personalidad criminal y cuyos resultados se han resumido en el aspecto que nos interesa la fijación de los factores de la personalidad criminal una de estas teorías, es la señalada por Heuyer, este autor expuso la teoría más completa y que más tarde popularizara Pinantel y la complementaria Etienne de Geeff, “según Heuyer la personalidad criminal ésta compuesta por dos elementos fundamentales que, a su vez, constan de dos rasgos cada uno de ellos. La inintimidabilidad consiste en la falta de temor a los resultados del delito; no se basa fundamentalmente en el egocentrismo y en la labilidad afectiva. La nocividad es la capacidad de hacer el mal, que posee el delincuente; está fundada en su agresividad y en su indiferencia afectiva” (Tocaven, 1997, p. 138).

En base a esto, tanto Pinantel como Etienne de Geeff, desarrollan su teoría de la personalidad criminal que es básica para el diagnostico en estudios de criminología clínica, estos elementos que ellos consideran son: el egocentrismo, labilidad afectiva, agresividad y la indiferencia afectiva.
El egocentrismo consiste en “la tendencia exagerada a hacerse a si mismo el centro del universo. Tiene una vertiente intelectual, por la que referimos todo a nosotros mismos y nos encerramos en nuestros propios criterios y punto de vista, pero también presenta una cara afectiva, por la que se reacciona a la frustración con envidias, celos, despecho, etc., y, finalmente, presenta un aspecto social, que consiste en la susceptibilidad, suficiencia, autoritarismo, etcétera” (Tocaven, 1997, p. 138), el egocentrismo favorece el paso al acto delictivo, ya que impide que las valoraciones y criterios de las demás personas influyan en la percepción del delincuente, es por ello que no le importa proceder contra la ley, y menos contra los que le rodean esto quita las barreras que hacen que el delincuente no se intimide, aumentando la inintimidabilidad y por consecuencia el mismo rebase su umbral delincuencial.

La labilidad afectiva “trata de una persona sometida a fluctuaciones afectivas, que superan lo normal, por ello reacciona un día de un modo y al día siguiente en forma contraria. El lábil es imprevisor, pues se deja llevar de los estímulos actuales, sin que los lejanos actúen en su voluntad. Por eso se habla también, por los psicólogos, de la falta de mecanismos de inhibición, de falta de solidez de carácter o de primariedad” (Tocaven, 1997, p. 139), la labilidad impide captar las motivaciones que surgen en el momento mismo, el delincuente es lábil, por que no es capaz de frenar sus actos, por que ve el castigo como algo lejano, y vive en el placer del delito, esto es no le intimida el castigo y por lo mismo tienen bajo umbral delincuencial.

La agresividad “la vamos a describir como la capacidad de vencer y eliminar los obstáculos que se oponen a un plan. Por lo tanto, no se trata de la agresividad en sentido vulgar de la palabra, gusto en atacar, en herir, sino de la capacidad de desarrollar un plan o de realizar un deseo momentáneo” (Tocaven, 1997, p. 139), la agresividad se comprende primordialmente como el paso al acto, sea tanto de temer y de ser permitido, y en sus consecuencias, cuando mayor sea la agresividad de un delincuente mayor peligroso es, la agresividad rebaja el umbral delincuencial puesto que aumenta la nocividad del delincuente.

La indiferencia afectiva “consiste en la falta de emociones y de inclinación altruista; el que la padece está dominado por el egoísmo, como consecuencia de su frialdad hacia el prójimo. Se trata, por tanto, de un egocentrismo afectivo, al que suele llamarse egoísmo o indiferencia afectiva” (Tocaven, 1997, p. 139), esta indiferencia facilita el paso al acto delictivo, ya que quita el último obstáculo que pudiera tener para omitir una conducta delictiva, cuando el egocentrismo y la labilidad han de quitar los frenos y el temor a realizar un delito, solo le queda al delincuente que sienta compasión por su víctima y esto podría detener al delincuente a que no quebrantara la ley, pero si sus semejantes le son indiferentes, esto ocasiona que el delincuente pase al acto sin distinción de género, raza, edad, etc.

Con la utilización de estos rasgos se llega a diagnosticar la personalidad criminal, que ayuda a la criminología a realizar el estudio del estado peligroso, que se emplea en la clasificación de delincuentes dentro de los diferentes dormitorios de un reclusorio.

Por otra parte la personalidad criminal se ha estudiado en este sentido y con estos elementos, el análisis de estos factores, son utilizados en las enseñanzas y en el aprendizaje, de los estudioso del área forense en cómo actúa y como es un sujeto que ha cometido un delito, esto con el fin de poder realizar un programa que lo ayude a rehabilitarse socialmente, con el objetivo de que la conducta no vuelva a cometerse, y de que su personalidad deje de ser criminal.

A través de la conducta de un sujeto nos damos cuenta de su parecido y semejanza con las demás personas, un ejemplo al respecto de esto sería, las conductas propias de una persona, que son aquellas que están comprendidas en áreas como su edad, sexo, nivel socio cultural y económico, otro ejemplo más simple es aquel niño que se inclina por lo general durante su segunda infancia a conductas de carácter lúdico.

Hoy en día se cuenta con varios esquemas de clasificación de la conducta, un ejemplo tangible es, que en los sistemas de clasificación de la conducta desviada, que han cambiado constantemente, además de que se han enriquecido, gracias a la mayor información y la modificación de los hábitos sociales y de usos y costumbres de una persona, todo esto da como resultado que “la clasificación de los trastornos mentales y de las conductas de un individuo, es todavía inexacta y varía según las escuelas y doctrinas psicopatológicas” (Sarason, Sarason, 1997, p. 93), un ejemplo de este tipo de conductas delictivas que se someten a estudio, es la personalidad psicopática que poseen sujetos, que se desvían de la reglas sociales, su conducta posee características que no son comunes y que no son parte representativo de su comunidad, lo que da como resultado algo diferente, para él y el resto de los individuos que convive en sociedad.

Para poder hablar de personalidad psicopática, es necesario analizar y tomar en cuenta “la presencia de dos conceptos, el de personalidad y el de psicopatía, los cuales deben encontrarse sustancialmente codependientes, homogéneos, íntimamente combinados como una realidad clínica, con una dirección trazada inexorablemente en propiedades psíquicas y comportamiento frente a los estímulos internos y externos” (Tocaven, 1997, p. 37), tomando como base lo antes expuesto es como llegamos a entender y a definir que es en realidad la personalidad psicopática, “la personalidad psicopática es una personalidad anómala que posee una disarmonía intrapsíquica congénita, por la cual episódicamente presenta reacciones desequilibradas, afectivas, caracterológicas y temperamentales; es una personalidad predispuesta a cometer conductas antisociales y delictuosas, que proporcionan en ocasiones al sujeto sufrimiento y angustia, y perturban al medio ambiente social en el que se desenvuelve” (Tocaven, 1997, p. 38), esto es lo que un sujeto con personalidad psicopática posé como estructura de personalidad y esto es lo que siente, piensa y ve de los demás y lo vincula con su entorno.

Y es que en el ámbito de la investigación criminal, el estudio de la personalidad psicopática, se utiliza para justificar y entender conductas delictivas, así como la naturaleza de los sujetos que cometen estos delitos.

Es por eso que el estudio de la personalidad psicopática ha llegado a jugar un papel importante en la investigación forense, y que actualmente en México se ha hecho muy poco para estudiar a este tipo de conductas, que en comparación de otros países como Francia, Estados Unidos, España, por citar algunos han desarrollado grandes programas de estudio sobre la personalidad psicopática, y se ha buscado hacer una clasificación donde se pueda entender y estudiar las características y criterios de diagnostico de estas conductas, es por eso que se busque realizar y complementar un apartado especial en los manuales de psicopatología existentes, para poder llegar a una verdadero estudio de estas conductas, para poder entenderlas, comprenderla y así poder realizar un mejor programa de readaptación social, y prevención de futuras conductas delictivas, en sujetos con personalidad psicopática, y así poder reducir los índices delictivos del país.

Así que la psicopatología en psicología es “el estudio de los problemas de conducta, conciencia y comunicación, considerados como procesos patológicos de la vida psíquica. Es también denominada psicología de los procesos anormales o de las conductas desviadas” (Merani, 1997, p.135), mientras que la psicopatología criminal es el estudio de las enfermedades mentales que poseen los sujetos que cometen conductas delictivas. Es quizá la especialidad más conocida a la que el público en general asocia cuando escuchan la palabra psicología, esta ciencia contiene una gran aceptación en el mundo de la investigación criminal, y dado que los casos, historias y síntomas de pacientes que muestran comportamientos inadaptados afectan a la sensibilidad del público, esto provoca que se despierte la curiosidad de los investigadores del área criminal por saber de estos cuadros clínicos.

Y es que debemos de considerar “que la conducta de agredir de un modo destructivo, físico total como lo es la conducta homicida, solamente la puede proyectar un individuo con graves problemas psíquicos, el descontrol psicológico que permite la descarga de impulsos primitivos y destructivos se estructuran a través de múltiples, variadas y complejas circunstancias pero donde predominan elementos psicopatológicos confusionales y psicóticos” (Marchiori, 2000, p.93), otro elemento que también debemos de considerar es la afectividad, y es que “la afectividad del psicótico está alterada, existe sentimientos nuevos extraños y una marcada indiferencia (aparentemente) inestabilidad, todo está traducido por símbolos afectivos, es decir, su conducta incomprensible en relación a los aspectos emocionales que proyecta tienen un significado simbolismo, que en muchos casos nos ayudan a entender la conducta delictiva” (Marchiori, 2000, p.95), y al contar con estos elementos es necesario agruparlos, en lo que sería una psicopatología criminal.

En la psicopatología criminal, existen varios cuadros clínicos que se utilizan en la investigación de sujetos que son delincuentes, y que por su comportamiento y conducta muestran un trastorno de la personalidad y que “a diferencia de los episodios de los trastornos neuróticos e incluso de algunos psicóticos, los trastornos de la personalidad duran toda la vida, y los rasgos de la personalidad del enfermo son tan rígidos e inadaptados que pueden llegar a causar problemas laborales y sociales, o daños así mismo y probablemente a los demás” (Sarason, Sarason, 1997, p. 96), existen varias patologías que se estudian en la psicología y psicopatología criminal, y entre éstas podemos encontrar los desórdenes de la personalidad o psicopatías, que incluyen las personalidades antisociales, psicópatas o sociópatas, entre otros comportamientos desviados socialmente y en contra de las normas sociales.

Los trastornos de la personalidad suelen ser cuadros clínicos que se pueden caracterizar por falta de flexibilidad o inadaptación al entorno, que ocasionan frecuentes problemas laborales y sociales, y que generan molestias, daños a si mismos y a los demás. Hay muchos tipos de trastornos de la personalidad, por citar algunos encontraremos “la paranoide, que es característicamente por ser suspicaz y desconfiada; la histriónica tiene un comportamiento y una expresión teatrales y manipuladores hacia los que conviven con ellos; la personalidad narcisista tiende a darse una gran importancia y necesita de una constante atención y admiración por parte de los demás” (Sarason, Sarason, 1997, p. 254).

Las personalidades antisociales, antes conocidas como psicopatías se caracterizan por violar los derechos de los demás y no respetar las normas sociales, es un “tipo de personalidad inestable en su autoimagen, estado de ánimo y comportamiento con los demás. La personalidad dependiente es pasiva hasta el punto de ser incapaz de tomar una decisión propia, forzando a los demás a tomar las decisiones en su lugar” (Marchiori, 2000, p.111). Las personalidades antisociales se caracterizan por su escasa conciencia moral, violando los derechos ajenos y las normas sociales, incluso sin beneficio para ellos mismos.

“Otro ejemplo de patología es la de los compulsivos que son perfeccionistas hasta el extremo e incapaces de manifestar sus afectos. Por último los pasivos-agresivos se caracterizan por resistirse a las exigencias de los demás a través de maniobras indirectas, como la dilación o la holgazanería” (Tocaven, 1997, p. 44), es por eso que al estudiar los procesos psicóticos del individuo, se pueden encontrar diversas patologías, que gracias a su estudio han apoyado a la investigación criminal, sobre todo en el plano de entender el porqué de algunos delitos, que en ocasiones no son concebidos por la mente humana como algo normal, ya que por su grado de brutalidad, con el que fueron realizadas, se puede decir que el autor de estas conductas puede ser un sujeto que no es “normal” y sobre todo porque son el reflejo de su personalidad y de su contacto con la realidad y la sociedad.

Es por esta razón que al hablar de personalidad criminal, psicopatología criminal y psicopatía, estaremos hablando de contextos y de conceptos diferentes, que de acuerdo al ámbito disciplinar permitirá adquirir el significado para su estudio, así como también de acuerdo a esa óptica, es la funcionalidad y sobretodo utilidad que se dará al término, en el plano de la exactitud al hablar de personalidad criminal, estaremos hablando del famoso diagnostico criminológico, es decir, de la afamada peligrosidad del individuo dentro del medio penitenciar, y al hablar de psicopatía estaremos hablando de aquellos rasgos de comportamiento desviado que no necesariamente se desarrollan en el entorno penitenciario, y que se pueden observar en la vida cotidiana y por último al hablar de psicopatología estaremos hablando de manuales específicos que al interior de ellos podemos encontrar eso cuadros clínicos de lo que hoy se llaman trastornos mentales.

BIBLIOGRAFÍA
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Merani, Alberto. Diccionario de Psicología, México, ED. Grijalvo, 1997.
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Sarazon, Irwin, Bárbara. Psicología Anormal, México, ED. Prentice Hall, 1996.
Tocaven Roberto, Psicología Criminal, México ED. INACIPE, 1990.

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